Pues sí, en esas estamos ahora. En el fantástico momento en el que nuestro bebé ha decidido que deja de comer y que encima no le gusta nada. Bueno, sí, le gustan las mandarinas. Os cuento:
¿Qué les pasa cuando cumplen un año?
Alrededor de su primer cumpleaños (unos bebés antes y otros bebés después) muchos bebés sufren la llamada crisis del año (más que los bebés la sufrimos los papás).
¿Qué ocurre en esta crisis?
Se vuelven más selectivos con lo que quieren o no quieren comer.
Hasta ahora nuestro bebé confiaba plenamente en nosotros y se comía cualquier cosa que le ofrecíamos. Ahora ya no. Sabe que hay unas cosas que le gustan más que otras y no piensa perder el tiempo comiendo cosas que no le gustan.
Y hace bien.
Dejan de crecer. Al menos dejan de crecer a la velocidad a la que lo venían haciendo.
Comemos para conseguir la energía que necesitamos para mantenernos con vida y desarrollar nuestro día a día.
En su primer año de vida un bebé necesita poca energía (poca comida) para mantenerse vivo y para moverse. Sin embargo, prácticamente triplica el peso con el que nació y dobla la estatura. Crecer requiere muchísima energía por lo que no es extraño que un bebé de 8 meses coma más que un bebé de 15 meses.
Sin embargo, a partir del año este crecimiento vertiginoso se frena y ya no necesita ese aporte extra de energía. Ahora el bebé comerá solo lo que necesita para su vida cotidiana, que es bastante menos de lo que necesitaba para andar vaciando cajones y creciendo a palmos.
Y, ¿qué podemos hacer?
Continuar ofreciendo alimentos saludables junto al resto de la familia y tener paciencia.
Quiero compartir con vosotros una reflexión. Hasta los 6 meses ofrecemos a los bebés LM o LA a demanda, es decir, ellos deciden cuándo y cuánto comen. Después de los 6 meses continuamos igual solo que complementamos la leche con otros alimentos. Ellos siguen decidiendo cuándo, cuánto y, ahora, qué comen. Hasta el momento nos han demostrado que saben qué hacer para no morirse de hambre y además crecer un montón
Ahora tendremos que seguir confiando en su criterio y en su instinto. Solo el bebé sabe cuánta energía necesita, solo él sabe si está creciendo o no. Ni el pediatra, ni la abuela tienen esa información.
¿Cómo hacemos en casa?
Como os he dicho, nosotros estamos en plena crisis con nuestro bebé.
Ahora solo come si es exactamente lo mismo que nosotros, ya no me vale preparar lo mismo de forma diferente para evitarle ciertos alimentos. Tiene que ser lo mismo, y si puede ser de mi plato, mejor. Vale, pues dejo mi plato a su alcance y que coma lo que quiera.
Los alimentos que le ofrecemos son siempre saludables y variados para que tenga donde escoger. Y no hacemos ningún drama si no quiere comer. Esto vale también para el día que come mucho, no se hace una fiesta. En casa jamás se ofrece un alimento ultraprocesado o azucarado «con tal de que coma algo». Si quiere comer que coma, si no quiere que no coma. Mientras esté contenta y activa es que todo está en orden.
La fruta siempre la escondemos y la sacamos al final de la comida. Porque mandarinas siempre quiere y si las ve desde el principio no come otra cosa.
Y no nos preocupamos. Ya os digo, un bebé que juega y está contento es un bebé que está sano. Coma lo que a mí me gustaría que comiera o no.
¿Y el entorno?
Esto ya es otro tema. Y peliagudo.
Los abuelos sufren lo que no está escrito, primero con «la moda» de los trozos y ahora con eso de que no coma y a sus padres «les de igual».
A veces es difícil mantener la compostura cuando en una reunión familiar la abuela le insiste al bebé para que coma, o un abuelo comenta lo poco (y mal) que come (parece que comer poco siempre es comer mal).
También necesitareis paciencia con ellos. Nosotros leímos y regalamos (varias veces) el libro de Carlos González Mi niño no me come. Para tranquilizar a toda la familia y ahorrarnos alguna explicación.